Que comience la transparencia

Cuando por alguna circunstancia un ciudadano concurre a una oficina pública, no se sorprenda si encuentra frases como: “INGRESO SOLO PARA PERSONAL POLICIAL Y DEL MINISTERIO PUBLICO”, “EL INGRESO A LA OFICINA DE LA FISCALIA ES CON PREVIA AUTORIZACION”, “EL BAÑO ES SOLO PARA LOS FUNCIONARIOS DE ESTE PISO”. Además de ello, no hay que sorprenderse encontrar vidrios con filtros oscuros que nos impiden ver si los funcionarios públicos están en su lugar de trabajo y si ello ocurre, que es lo que en verdad hacen cuando se encuentran al otro lado.

En el Estado plurinacional la administración pública de acuerdo con el art. 232 de la CPE se rige por los principios de legitimidad, legalidad, imparcialidad, publicidad, compromiso e interés social, ética, transparencia, igualdad, competencia, eficiencia, calidad, calidez, honestidad, responsabilidad y resultados.

La transparencia no es únicamente el uso correcto de los bienes y el destino del dinero público que es el dinero de todos; transparencia implica que el espacio donde el funcionario público desempeña sus funciones sea visible para que el ciudadano sin mayor esfuerzo pueda ver que hace o de qué manera ocupa el tiempo por el que se le paga para que preste un servicio en favor de los ciudadanos y no así para que les complique más la existencia con su mal humor, su desgano, su falta total y absoluta de conocimiento de lo que significa eficiencia, calidad, calidez, etc., que simple y llanamente significa que el ciudadano cuando concurre a una entidad pública, debe recibir un trato acorde a su dignidad humana.

La transparencia, no se limita al manejo correcto de los recursos económicos, la transparencia comienza en cada una de las acciones que despliegan los servidores públicos durante el horario de trabajo. Transparencia, calidez y trato humano implica que cuando el ciudadano llegue a una oficia pública pueda sentirse cómodo, no temeroso de ver tanto vidrio polarizado a propósito para darle a los ambientes una apariencia lúgubre y hasta atemorizante.

Transparencia es que respeten tu tiempo, que el ciudadano no tenga que esperar media, una hora y hasta más que aparezca el funcionario público, que más que funcionario público parece el dueño de la oficina y que cuando de tanto esperar el ciudadano se atreve a ingresar hasta su feudo para ver si está en su oficina, sale blandiendo el hacha de la guerra y te amenaza cual si tú le hubieras hecho algún daño irreparable por ser osado e ingresar sin “previa autorización” y lo encuentras chateando con su amiga favorita, con la segundina, guardapolvo u otra denominación y por ello no le importa quienes estén al otro lado de los vidrios polarizados. En algunos lugares, a falta de filtros polarizados, el papel sábana y hasta el papel periódico sirven para alcanzar el cometido de ocultarse.

Cada oficina pública, sea que se encuentre en el centro de la ciudad o en algún barrio alejado es lo mismo, cada una tiene sus señores feudales que actúan como dueños de vidas y haciendas, no les importa tu tiempo, no saben de trato humano, menos de transparencia y calidez; es más, parece que no saben que es ni les importa averiguarlo. Ellos definen de manera discrecional como se atiende, en qué orden se atiende y hasta que hora se atiende y son indolentes e indiferentes con lo que pasa a su alrededor, que hasta parece que le están haciendo un favor a los ciudadanos.

La CPE exige algunos requisitos para acceder al desempeño de funciones públicas como tener la nacionalidad boliviana, ser mayor de edad, haber cumplido los deberes militares y otros; sin embargo, con carácter previo a ser nombrado o designado en un cargo público, las servidoras y los servidores públicos deberían asistir de manera obligatoria a un curso acelerado de buenos modales, donde aprendan así sea de forma apresurada que los ciudadanos, esos que son maltratados todos los días en las diferentes dependencias públicas, son quienes con sus impuestos directos e indirectos contribuyen para que les paguen su sueldo cada mes, llueva o no llueva y también para levantar  la edificación del ambiente donde desempeñan sus funciones.

No es mucho lo que pide el ciudadano en materia de trato: solo pide un trato amable, un trato cordial, un trato acorde a su dignidad de ser humano. Si no aprenden los demás principios como honestidad, calidez, eficiencia, calidad, etc. no importaría mucho, constituye un avance que te atiendan con amabilidad y cortesía como si fueras un conocido o un amigo, y no como si fueran dueños de un escritorio y una silla que no es de ellos y que la ocupan de manera transitoria por algún azar del destino o la mano poderosa de algún padrino que nunca falta.

Si a los ambientes de trabajo se les puso vidrios transparentes, fue precisamente para que el ciudadano sepa qué hace y de qué manera utilizan el tiempo que se les paga a los funcionarios y servidores públicos. No tienen derecho de oscurecer los ambientes para ocultarse y que el ciudadano no pueda saber que hacen o que dejan de hacer en el horario de trabajo. El que está al otro lado y por estar en ese lugar está percibiendo un sueldo, debe sentirse cómodo de estar en el lugar que está y no temeroso de que los demás vean que es lo que hace; salvo que haga poco o no haga nada.

Si para el 8 de febrero de 2023 que se ha instituido como el día de la transparencia institucional y lucha contra la corrupción quitamos los filtros y papeles que oscurecen los ambientes de las oficinas públicas, habremos dado un paso de trascendental importancia; será el paso inicial que nos permita avizorar que en quinientos años seremos un país del primer mundo, capaz de competir con cualquiera, en cualquier campo y sin necesidad de escondernos.

La transparencia en la administración pública debe empezar recuperando la naturalidad de los ambientes de las reparticiones públicas, quitando los filtros y papeles que le dan un toque lúgubre y atemorizante. En cuanto a los baños, quienes allí ejercen funciones, deben saber que son para todos, no solo para los funcionarios del piso. Quienes llegan a las oficinas públicas son personas e igual que quienes trabajan en los edificios públicos, tienen necesidades fisiológicas como cualquier ser humano.

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